lunes, 19 de marzo de 2012

Sensaciones...

Ayer, 18 de marzo de 2012, tuve mi primera oportunidad en este bello mundo. Era el único debutante, y tenía compañeros con suficiente experiencia a las espaldas como para plantar cara en importantes concursos. Pero no iba achantado. Era consciente de lo difícil que sería hacerlo bien, pero había entrenado mucho. 

Sabía lo que quería y cómo lo quería. No quería tomar en corto, no quería aliviarme. Quería demostrar que puedo estar ahí. Tenía que estar tranquilo, medir, desrriñonarme, ajustar (y no usar el engañabobos del brazo o ''Cuatiadas''). 

Me tocó el penúltimo puesto de los 25 participantes. Salió mi vaca, erala de María del Carmen Camacho. Desde el principio manseó y marcó sus querencias. Tras mis compañeros, llegó mi turno, mi primer corte. La cité, me vio, acudió no tan rauda como quería, pero vino. Aguanté, y se lo dí. Ajustado quizás, pero no desrriñonado. Me hizo un extraño en el último momento y casi acabo por los aires (o los suelos..). Extraño normal, me vino atravesada, fallo mio. En mis siguientes cortes trate de aguantar y medir más. No sé si lo conseguí, espero que los documentos gráficos me ayuden a salir de dudas. 

Una vez finalizado, mi cabreo fue monumental. No estaba cabreado con la vaca, ni con mis compañeros, ni con la organización. Sería de cobardes querer culparles a ellos. El cabreo era conmigo mismo. Había entrenado mucho. Era muy consciente de dónde estaba y qué compañeros tenía y sabía que entrar en la final era, poco más, que una utopía. Pero quería ir, pasarlo bien, disfrutar y así poder hacer las cosas lo mejor que a mi alcance estaba. Cosa que no hice. 

A lo largo de la semana eran escasos los momentos de nervios y muchísimos los de motivación. Llegado el día, al alba y mientras disfrutaba de la F1, los nervios no habían aparecido. Tan sólo aparecieron en la vaca previa a la mía (en la que mi gran amigo Juan Albornos estuvo espectacular en sus quiebros). Se fueron en cuanto me tocó a mi. Pero en ese momento, una extraña sensación vino a mi. Incertidumbre, miedo, inseguridad. Exactamente lo mismo que en mis primeros encierros, en los que rehuía la mirada directa del burel. Así, no pude poner en práctica todo lo que me habían enseñado, todo lo que había aprendido, entrenado y todo lo que quería. 

Es muy posible que para ser mi primera vez haya estado por encima de lo esperado, quién sabe. Pero no era lo que yo quería de una primera vez. Mejor dicho, no era como yo quería mi primera vez. 

Dejo estas líneas sabiendo que todo son defectos mejorables. Sobre todo, porque las sensaciones que me deja ahora cada encierro al que acudo son las de buscar la mirada del toro, el cara a cara, el poder a poder. 

Pero antes de cerrar esta nueva entrada, quiero dar las gracias a Juan Albornos, por tan gran amigo y maestro. A Ivan Cachero, por mostrarme mis defectos y ayudarme a corregirlos. Y, sobre todo, a Sofía, porque la pobre lo pasa peor que yo y, aun así, me aguanta. 

Hasta la próxima