martes, 27 de diciembre de 2011

De los encierros...

No es necesario tener un Máster en Derecho o Lingüística para saber lo que es un encierro. Y es que como la propia palabra indica, se trata de ''encerrar''. Es decir, soltar las reses en un punto concreto y trasladarlas a otro que, generalmente, será la propia plaza de toros.

Dentro de este tipo de festejos populares, podemos diferenciar dos. En primer lugar, los encierros urbanos y, en segundo lugar, los encierros camperos. En el primero de ellos, son los propios corredores quienes con sus carreras llevan a los animales del corral a la plaza. Mientras que en el campero, es absolutamente necesaria la ayuda de los caballos en el trayecto corrales-pueblo, a la entrada del cual comienzan las carreras a pie. Claro está, eso sólo como norma general, sin entrar en especialidades como las de Segorbe, donde son los jinetes quienes llevan a los toros incluso dentro del casco urbano, o Falces, donde las vacas son llevadas a pie por un angostísimo barranco con espectaculares carreras.

En ellos, somos muchos, muchísimos, los aficionados que nos ponemos a correr por el simple hecho de sentirnos satisfechos con nuestra afición. Sin embargo, me puedo aventurar a decir que este tipo de festejos se encuentra en peligro de extinción, más allá de aquellos lugares en los que se conservan como auténticas tradiciones con respeto al toro, al corredor y al jinete (Pamplona, San Sebastián de los Reyes, Iscar, Arévalo...).

A día de hoy, y verano tras verano, el número de festejos en los que se emplea de forma indebida el término ''encierro'' aumenta. Y eso, cuando en realidad pretenden decir ''suelta de reses'', es decir, dejar a los toros en las calles o el campo para el divertimento de los presentes. En principio, no parece haber inconveniente alguno en estos festejos para que todos disfrutemos de ellos. Sin embargo, no es siempre así. 

Es muy frecuente ver por los pueblos a los ''chaqueteros''. Esa especie de ''recortadores'' que generalmente en asfalto, quiebra con chaqueta al toro provocando que este quede casi inválido al 2º quiebro con las pezuñas abiertas y sangrando. Son esos que en el albero no se atreven o sólo se atreven algunos. Y ello, sin olvidarme de los cazurros (porque no se merecen otro apelativo) que piensan que ''es mi pueblo, es mi toro y me lo follo cuando quiero'' que no atienden a raciocinio alguno cuando se les dice que no es bueno reventar varas en los costillares, ni cuando se les dice que dejen un poco tranquilo al animal, que está reventado. Seguramente no sepan que si todos tuviéramos un mínimo de respeto tanto por los animales como por las personas que participamos todo sería mucho más bonito, más íntegro y más vistoso.

Aunque no todo es culpa de la gente. Lógicamente, todos tenemos derecho a participar en los eventos taurinos de la forma que más nos guste. Son las administraciones, personificadas en los Ayuntamientos quienes permiten cualquier actitud. Y ello, comenzando por la mala organización que hay en muchos pueblos que sueltan toros que tienen de todo, menos integridad; que los dejan horas y horas en las calles; y, para colmo, permiten que encierros camperos se conviertan en safaris al más puro estilo africano.

Si todos pusiéramos un poco de nuestra parte la cosa cambiaría bastante. La palabra fundamental, es RESPETO.

Respeto entre los propios corredores y cortadores. Dejando correr cuando estén corriendo y cortar cuando estén cortando. Y, sobre todo, hacerlo en el lugar adecuado. Por ejemplo, cortar en arena y correr en asfalto.

Respeto en los camperos entre jinetes y gente de a pie. 

Respeto, sobre todo, por el animal. Dejémosle respirar, no permitamos atrocidades como soltar toros inválidos, toros sin los pitones en su integridad o toros con las pezuñas inservibles para su función.

Respeto, por encima de cualquier cosa, por las tradiciones.

En definitiva, hacer de ello una auténtica tradición y una verdadera fiesta de la que todos podamos disfrutar






Como en la anterior entrada, quedo a su entera disposición en lo que a correcciones y puntualizaciones se refiere.








lunes, 19 de diciembre de 2011

Del circo taurino

Hace aproximadamente 8 meses que ando liándola por twitter. Tiempo más que suficiente para ver cómo en ciertos aspectos hay dos visiones. Una, la que nos ofrece la televisión o la prensa escrita. Y otra, la que aparece en twitter o, en general, en la red. Así, es fácil apreciar que ambas visiones distan mucho unas de otras. Mientras en una es blanco, en la otra es negro, gris, rojo, verde...

La fiesta taurina no es ajena a ello, y no son pocos los aficionados que interactúan con toreros, novilleros, empresarios y un largo etcétera mostrándoles sus quejas y peticiones. Quejas dirigidas, principalmente al actual estado de lo taurino. 

Si nos paramos a pensar un poco y a reflexionar sobre ello, nos salpicarán inmediatamente muchos problemas y muchas soluciones. Pero yo tengo las mías propias, pueden gustar o no, pero es lo que pienso.

Echando un vistazo a cualquier archivo o documento (como por ejemplo "Ganaderías" de Mundotoro) veremos que la cabaña brava se encuentra dominada por el encaste Domeq. Sucediendo lo mismo con el elenco ganadero de las ferias y grandes ferias. No obstante, no parece suceder lo mismo con las grandes ganaderías como Victorino Martín, Miura o Celestino Cuadri (y otras muchas más).

El Domeq es un toro que se caracteriza principalmente por su nobleza, por acudir allá donde la franela le ordene. No es un toro que guste adueñarse del albero, sino más bien todo lo contrario. De ahí, precisamente, el amor de las figuras por este encaste. En este momento, recuerdo la frase de un buen amigo mio, ex-alumno de la Escuela Taurina de Guadalajara "Un día bajamos de tentadero a Jaén, y comprendí perfectamente por qué las figuras quieren tanto a Domeq". Dicho sea de paso en favor de las figuras, el simple hecho de torear un domeq no te asegura el éxito, un toro es un toro, lleve el apellido que lleve. Ver a un torero TOREANDO (que no toreando) es igual de bonito esté frente a un domeq, un santa coloma o un urcola. Sin embargo, no olvidemos los antepasados de este encaste, veragua. Era por aquél entonces un auténtico toro encastado nada que ver con lo que hoy vemos. Ha evolucionado de un encaste tan grande (de hecho, las figuras preferían Albaserrada o Miura antes que veragua) a una nobleza tan grande que se ha llevado consigo gran parte del encanto del mundo taurino.

Quizás sea este el momento de preguntarnos qué es un toro y qué atributos ha de tener. A mi juicio, un toro debe reunir el mayor número posible de propiedades que lo hagan apto para la lidia, el arte, el espectáculo. Un toro ha de ser noble, encastado, bravo, fuerte, con trapio. Pero, ¿debemos considerarlo en general? No, ni mucho menos. Es prácticamente imposible pedirle trapio a un santa coloma, casta a un domeq y nobleza a un albaserrada. Por tanto, debemos considerarlo encaste por encaste, incluso si me apuras, ganadería por ganadería.

¿Qué ha provocado todo ello?

Uno de mis primeros recuerdos taurinos es la imagen de La Maestranza y Montoliú. Eso me dejó una cosa muy clara con apenas 4 años, esto no es un juego. 

Con el paso de los años son muchas las figuras de cada momento las que han ido aprendiendo exactamente lo mismo que yo, pero quizás, algo matizado, esto no es del todo un juego. Es decir, se plantan frente a un toro, que la mayoría de las ocasiones ya sabemos qué procedencia tendrá, y saben muy bien lo que se están jugando, pero también son conscientes que se la juegan un pelín menos que otros.

Cuando una persona acude a la plaza, tiene la esperanza de ver una auténtica lucha toro-hombre que le permita, desde su asiento, sentir lo mismo que el de luces en el ruedo. Y, muy seguramente, ni encuentre esa lucha, ni sienta lo mismo. O dicho de otro modo, sí lo encuentra, pero no como se esperaba. No quisiera bajo ningún concepto poner en duda el valor de nadie. Yo también me expongo a ello y sé muy bien lo que es. Pero lo que sí pongo en duda son las formas, las maneras. 

Ya dije antes que un toro es un toro lleve el apellido que lleve. Pero lo siento mucho amigos, no es lo mismo un domeq que un santa coloma. Es cierto, los reyes, no son los padres. Las exigencias del primero son altamente escasas, mientras que con santa coloma encontramos la diferencia, ya que sus exigencias son grandísimas.

Conclusiones

De todo lo anterior, podéis extraer la conclusión que más adecuada os parezca. Yo veo lo siguiente: 

1º La evolución de la fiesta ha ido de la mano de los Domeq. Lo que no supone que los Domeq hayan ido evolucionado a la fiesta. 

2º La evolución del concepto ''torear'' ha ido de la mano de la evolución de Domeq. Lo que provoca que ya no disfrutemos de épicas faenas o, al menos, no con la abundancia que debiera.

3º El poder televisión está en manos de unos pocos, unog 10 más o menos. Con la clara consecuencia que pueden exigir qué torear y qué no torear.


No sé hasta que punto os habrá interesado, gustado o disgustado. Pero es mi humilde opinión al respecto. 

Finalizo ya, recordando la frase de un aficionado en Madrid "José Tomás nunca será una figura del toreo hasta que no se encierre con 6 Victorinos en Las Ventas"

(estoy abierto a sugerencias y cualquier tipo de correción)